Mi vieja quería sentir el pito de otro macho en la panocha y acepté compartirla con otro vato si se dejaba meter las dos vergas a la vez.
Descripción
Me enamoré de la perra antes de saber lo putona que era en realidad. Parecía una niña tan inocente, yendo todos los domingos con su familia a la misa de mediodía que incluso llegué a pensar que iba a ser todo un reto comerme su panocha. Obviamente no fue así y en la primera oportunidad que tuvimos no sólo se dejó manosear sus hoyitos, sino que se bajó a darme una tremenda mamada que me dejó completamente prendado a su putería. Alguna vez quise reclamarle lo putita que había sido, pero me contestó, y con razón, que era eso lo que más me prendía de estar con ella, así que cuando me propuso que tuviéramos sexo con otras morras y morros, acepté a condición de que siempre estuviera yo cuando otro cabrón se la cogiera.